Los Huesitos de Babalú (Míster)

El rey de las melodías afro, de las rumbas y de las guarachas, dejó de existir en pleno concierto, mientras cantaba.


30 de junio de 2024 Hora: 17:20

Extraordinario intérprete y también compositor, el cubano Miguelito Valdés, falleció en su ley cantando sobre un escenario en el hotel Tequendama, de Bogotá.

Hay episodios muy sorprendentes en la vida de los humanos, sobre todo de seres famosos, de inmortales y muchos de ellos del campo de la música, sea académica o popular.

Este es un caso.

Nació en Belén

Siempre fue maravilloso escuchar al cubano Miguelito Valdés secundado por la orquesta Casino de la Playa, y por el sortilegio de un pianista del cual no sabíamos el nombre.

Una tarde, esperando una guagua (transporte público) en La Habana, conversamos con un señor que esperaba como nosotros, y al caer en el tema de la música le hicimos la pregunta: ¿Y será que usted sabe quién acompañaba a Miguelito Valdés al piano en La Casino de La Playa? Y él, tan sencillo, respondió: Anselmo Sacasas. A partir de ahí pudimos ordenar un poco mejor las cosas en torno a Miguelito Valdés, el extraordinario intérprete cubano (también compositor) que falleciera, en su ley, cantando sobre un escenario en el hotel Tequendama de Bogotá.

Con él pasa lo que con otros músicos: Confusos el día y año de nacimiento. Confusos el año y día de fallecimiento. Bueno, en Cuba el investigador Bladimir Zamora dejó fe de la incógnita: “Miguel Valdés Valdés nació el seis de septiembre de 1912 en el habanero barrio de Belén –aunque otras fuentes afirman que vino a la luz en 1916 – (cuatro años después). Siendo muy pequeño todavía, su familia se radicó en otro de los barrios capitalinos de mayor concentración de gente pobre: El famoso barrio de Cayo Hueso”.

Como a muchos músicos pasó, la fortuna material no estaba instalada en su familia. De hecho su apellido era Valdés, emparentado con lo que llamaban antes “hijo natural”. Sin embargo, en su partida de bautismo se lee: Miguel Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés y Hernández. Fue hijo de un español, Emilio, de Salamanca, y una mexicana, Norberta, de Yucatán. El incomparable arte para ejecutar todo lo de ascendencia africana le llegó por otra vía, la de su tierra natal, y mucha ancestralidad hubo allí, en su formación.

Rumba rumberos

Siendo un muchacho se integró a un grupo llamado Sexteto Habanero Infantil, a la par que aprendía la mecánica y se hacía boxeador. Nada de nada. Lo suyo iba a ser la música. En este sentido queda la lista de importantes agrupaciones por las cuales pasó, incluso fundando algunas: Sexteto Jóvenes del Cayo, Sexteto Occidente de María Teresa Vera, donde fue un corista estelar (1930), viaje a Panamá para permanecer allí unos tres años, de vuelta a Cuba estuvo en la Orquesta de los Hermanos Castro, y en la Orquesta Casino de la Playa junto a Anselmo Sacasas (1937). Con la Casino realizaron varias giras internacionales que la llevaron a Colombia, Venezuela, República Dominicana, Puerto Rico, Aruba y Curazao.

Uno de sus primeros éxitos con la Casino de la Playa fue “Bruca Manigua”, y también el tema del propio Miguelito, “Dolor cobarde”. Valdés también estaría en las agrupaciones Havana Riverside, Xavier Cugat, Machito, su propia orquesta, y otras más en plan ocasional o de grabación como invitado especial. Hay que acotar que él llegó a llevarse a su amigo y pianista Anselmo Sacasas para territorio norteño.

Bruca maniguá

Con Chano

También hay que resaltar la sólida amistad de Miguelito Valdés con Luciano Pozo, Chano Pozo, alimentada desde los tiempos en que eran niños allá en la Centro Habana de sus crianzas. Algunas veces no pudieron hacer música juntos como cuando adolescentes, porque Chano era negro y en la terrible sociedad cubana de entonces era rechazado en los salones de la aristocracia, donde solían presentarse las orquestas. Ciertamente Miguelito no era blanco, sino mestizo, pero, como decían en Cuba, era un mulato de “pelo bueno”.

Miguelito nunca olvidó al amigo y de hecho fue quién le impulsó a registrar los temas que tarareaba porque sabía que se harían legendarios. Miguelito fue quien primero le grabó algunos. Y luego incidió en el viaje de Chano a Estados Unidos de Norteamérica, donde el creador de “Manteca” aportaría a la historia de la música el sonido de la percusión cubana en el jazz. Eran realmente amigos y Miguelito Valdés fue fundamental en la meteórica trayectoria del Chano para la historia de la música.

Miguelito Valdés llegó a cantar en una gran cantidad de países. Su paso por la Casino de la Playa fue fundamental para proyectar su popularidad. Luego, con el tiempo dejó de estar en la moda de las voces, pero continuó trabajando con solvencia y prestigio.

Y así llegó el 8 de noviembre de 1978, que para algunos es 9 de noviembre. Tenía 66 años.

Babalú Ayé

Los Huesitos

Tomamos fragmentos de la crónica escrita hace años por el colega periodista Fausto Pérez Villarreal, de Colombia, porque habiendo fallecido en Bogotá, el episodio de ‘los huesitos’ se vivió allí: “¡Perdón, señores!”, exclamó Miguelito Valdés con la angustia barnizada en el rostro. Soltó el micrófono y, obedeciendo a sus instintos, se llevó las manos al pecho. En forma desesperada trató de desabotonarse la camisa. Esbozó una expresión ininteligible, le dio la espalda al público y quiso abandonar el escenario, pero cayó aparatosamente. Todo ocurrió en fracciones de segundo. A las pocas horas, las agencias de prensa le informaban al mundo que, víctima de un ataque cardíaco, el rey de las melodías afro, de las rumbas y de las guarachas, había dejado de existir en pleno concierto, mientras cantaba.

La terrible escena tuvo lugar en el Hotel Tequendama, de Bogotá. “Todo fue tan súbito que el asombro nos anuló cualquier tipo de reacción inmediata”, dijo después Mario Gareña, el cantante barranquillero que alternó en aquella velada con el cubano.

La muerte lo sorprendió en lo suyo como le pasó tres años antes, en 1975, al cantante venezolano Víctor Piñero, quien también sufrió un infarto mientras cantaba como voz de “Los Melódicos” en la tarima del Hotel Tamanaco de Caracas.

Miguelito Valdés llegó a cantar en una gran cantidad de países.

En su libro “Cuando la vida era una fiesta”, el investigador y comunicador colombiano Edgar García Ochoa cuenta que René Cabel (quien llevó a Valdés a esa gira a Colombia) se comunicó con la esposa del cantante, la franco-estadounidense Elyan: “Señora, la llamo para decirle que su esposo, Miguelito, acaba de morir en el hotel, le doy mi pésame y me gustaría conversar sobre el envío del cadáver…”.

Señala el escritor García Ochoa que la viuda dijo: “¿Para qué, señor Cabel, enviar el cadáver? Entiérrelo allá, y cuando ya Miguelito estar hecho huesitos, envíeme sus restos. Lo que sí enviar lo más pronto es la copia del contrato, para lo relacionado con el seguro”. Cabel, lleno de contrariedad, tiró el teléfono, cuenta García Ochoa.

René Cabel vio fallecer a su amigo y desde ese momento, muy impactado, no volvió a cantar en público. Fallecería, también en Bogotá, 20 años más tarde, en abril de 1998.

“Mister Babalú” fue sepultado en México gracias a los buenos oficios de Celia Cruz y Celio González, quienes lanzaron expresiones de indignación al saber la historia de “los huesitos”.

Como escribimos al inicio de esta nota, hay episodios muy sorprendentes en la vida de los humanos. Este ha sido un caso, y como este muchos donde cuentan más el seguro y el dinero en herencia que el afecto y el legado del que parte.

En pocos meses, en noviembre, se cumplirán 46 años de este bochornoso episodio que involucró a Mister Babalú, al gran intérprete de “Bruca Maniguá” de Arsenio Rodríguez, “Drume negrita” de Eliseo Grenet, su propio tema “Dolor cobarde”, “Cubano soy” de Armando Oréfiche y “Babalú” de Margarita Lecuona, entre otros. “Dame 17 vela’ pa’ ponela en cruz…”

Autor: teleSUR - Lil Rodríguez

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